La vuelta al mundo

viernes, abril 28, 2006

Hoteles pensados «sólo para mujeres»

El universo masculino de los viajes de negocios cambia. También en los hoteles, que les dedican a ellas espacios y atenciones exclusivas

Los hoteles para ejecutivos siempre han gastado una cierta fama de uniforme de colegio: todos iguales. Pero el paisaje de los aeropuertos y las ciudades de negocios occidentales ha cambiado mucho en los últimos años, tanto como para antojarse irreconocible. De la corbata al traje de chaqueta, al bolso. Y los hoteles andan metidos en una transformación parecida. Han descubierto un nuevo cliente al que mimar. Algunos han llegado al extremo: hoteles enteros (o bien alguna planta) pensados especialmente para ellas. Y otros muchos se afanan en modificar su aspecto con detalles femeninos.

No queda claro dónde empieza esta vía de negocio. Hay quien cita como uno de los primeros ejemplos un hotel de Zurich gestionado por mujeres, el «Lady's First», abierto en 2001 con la intención de admitir sólo a viajeras. Quizá su propuesta llegó antes de tiempo, porque finalmente tuvo que aceptar la presencia masculina. Pero aquella aspiración de la época inicial sigue presente en el diseño de sus instalaciones, en sus esfuerzos por incluir productos de belleza, masajes y, por supuesto. el «spa exklusiv für frauen».

Esta moda (femenino, singular) se trasladó pronto a Londres, curiosamente la ciudad de los clubs de «gentlemen». El «Grange City Hotel» inauguró en septiembre de 2005 su oferta «enfocada a las ejecutivas», y según su responsable de marketing, el resultado es «excelente». «De las trescientas habitaciones del hotel, sesenta y ocho se han diseñado a la medida de las mujeres viajeras», con detalles tan sutiles como una mirilla en la puerta, que no se instala en los cuartos normales, o estanterías especialmente grandes en el baño. Y no muy lejos, el «Park Lane Hilton» abrió no hace mucho una «planta femenina», veintiuna habitaciones en las que se transmite con insistencia una idea en forma de tridente: «seguridad, discreción y confort».

El Grange o el Park Lane son granos de arena en un territorio cada vez más grande, al que se llegan cada día otros muchos hoteles en Europa y en Estados Unidos, donde hallamos —por citar alguno— el «Hamilton Crowne Plaza» de Washington. La Travel Industry Association de aquel país asegura que «el 43 por ciento de los viajeros de negocios son mujeres, un tipo de cliente que consume más, ronda los cuarenta y gana unos 75.000 dólares al año». El sector turístico ha tomado buena nota de ese perfil.

En Estados Unidos, en efecto, la información en torno a lo que llaman «The female factor» es abrumadora. La compañía aérea Virgin Atlantic asegura que el treinta por ciento de sus pasajeros de las clases business y premium economy han sido ocupadas en los últimos tres años por mujeres. No hablamos de un sector baladí, o de una gracia «chic» para minorías. Incluso en internet, algún avispado se ha apresurado a lanzar el portal ladiesaway.com, con información (también hotelera) dirigida a las mujeres de negocios.

En España también empieza a calar el mensaje. Los responsables de «NH Women Style» señalan que «el objetivo es que las mujeres se sientan cómodas, como en su casa, que no tengan que llevarse en la maleta un montón de cosas, entre otras cosas». Y una idea de parecido corte flota sobre las mesas de los directivos de hoteles tradicionales, como el «Intercontinental», y de los novísimos, como los «Vincci» o los «High Tech». Por supuesto, esta «discriminación positiva» tiene defensores y críticos. Hay quien aprecia el esfuerzo por abandonar los espacios «sólo para hombres», y quien duda de su eficacia. Pero el hecho es que parece claro que la tendencia empieza a abrirse camino.

AGENDA
El Intercontinental de Madrid (91 700 73 00) plantea su programa para mujeres: kit de baño, tratamiento de tres horas en el «spa», surtido de revistas femeninas, alimentos dietéticos en el minibar… Y descuentos en las tiendas de Las Rozas Village, y en el alquiler de un Mini Cooper.
La cadena NH (902 115 116 ) prepara una parte de sus habitaciones para sus clientas femeninas, con el programa «women style»: canales de televisión de estilo de vida y moda, secadores de pelo de alta potencia, desmaquilladores, gorros de ducha, lima de uñas, body milk…
La cadena High Tech (91 515 94 50) proporciona productos de higiene íntima de la mujer y cabinas de rayos UVA en algunas habitaciones.
Los hoteles urbanos de la cadena Vincci (902 45 45 85) no han tardado en subirse a la ola, con habitaciones para ejecutivas, revistas femeninas y cuartos de baño con una dotación específica.
El Abba Parque Hotel de Bilbao (944 41 31 00) inauguró en 2002 una planta (8 habitaciones) para mujeres. Allí encuentran un set de bienvenida específico, revistas femeninas, decoración cálida… El «spa» del hotel Miró (94 661 18 80) es de uso diferenciado, con zona de hombres y de mujeres.
En Berlín. El Artemisa es un hotel de doce habitaciones sólo para ellas.
En Londres. El Grange City Hotel ha diseñado sesenta y ocho «cuartos femeninos», con detalles en el baño (productos de la firma Molton Brown), secador de pelo con diferentes velocidades y niveles de calor, gran espacio para estanterías en el baño…). El Berkeley tiene diversos programas de ocio para sus clientas.
En Nueva York. El Mandarin Oriental enfoca muchas de sus propuestas con mentalidad femenina. En la televisión incluye los canales Oxygen, y en el «spa» ofrece manicura y pedicura. Un coche del hotel traslada a las clientas a las zonas de compras de la ciudad.
En Toronto (Canadá). En el Cosmopolitan hay un sistema de seguridad que controla el tránsito de visitas. Los ascensores sólo funcionan con la tarjeta-llave de cada cliente. Las mujeres son las destinatarias del servicio «Lifestyle Team», un mayordomo que funciona las 24 horas, y del Shizen Spa.
En Zurich (Suiza). El Lady's First fue, en 2001, un hotel pionero. Se planteó como «sólo mujeres». Ahora también aceptan hombres y parejas, pero sus servicios de masajes y belleza son eminentemente femeninos.

miércoles, abril 26, 2006

Año Cézanne: escapada impresionista

Una gran exposición en París, el centenario de la muerte de Cézanne y los actos pensados para la ocasión animan a recorrer los pueblos en los que vivieron los grandes maestros del impresionismo

La vida corría como una bala en aquellos trenes que resoplaban en la Gare St. Lazare. En el vértigo de la era de los inventos, un grupo de pintores quiso atrapar el mundo que se les escurría entre los dedos con colores puros y trazos sueltos. Fogonazos de realidad que viajaban en un suspiro desde el Barrio Latino o desde cualquier callejuela de un pequeño pueblo hasta el lienzo. Los impresionistas quizá no sabían que estaban creando uno de los movimientos más populares de la historia. Algunos bastante tenían con sobrevivir. Durante años, lo consiguieron en el refugio recién descubierto de la campiña, a dos pasos (unos treinta kilómetros) de París.

El mundo gira aún más rápido hoy. Pero en Auvers, como entonces, se toma un respiro. Este pueblo abrazado por el agua del Oise es un remanso de paz, casi una fotocopia del que halló Daubigny, precursor de los impresionistas, cuando instaló aquí su «atelier» en 1860 (hoy museo, abierto al público en, cómo no, la «rue» que lleva su nombre). Desde la puerta de esa casa vemos con sus ojos, o con los de Cézanne, o con los de Van Gogh: viviendas unifamiliares de dos o tres plantas, el bosque en el horizonte, las calles silenciosas, el tintineo de las tazas de café, el campo color verde envidia.

El centenario de la muerte de Cézanne (1839-1906) ha puesto esta área de descanso en pie de actividad para recordar a aquel grupo de amigos que encontró aquí un hogar más barato y tranquilo que en la febril París, más cerca del mecenas Gachet, más a tono con la pasión por el paisaje de muchos de ellos. El castillo de Auvers-sur-Oise, donde se ha construido un centro de interpretación del impresionismo, es una buena puerta para entrar en el valle. Durante casi dos horas se nos presenta esa época con un chaparrón de maquetas, audiovisuales, fotografías y reconstrucción de escenarios, por ejemplo el tren que llegaba del entonces lejano centro de la capital, o un café en el que suena el vaivén del cancán.

En Auvers se va el día a pinceladas, entre el castillo, la casa del doctor Gachet, y el «atelier» y el museo Daubigny. En las calles han tenido, además, la buena idea de instalar paneles con cuadros conocidos junto al paisaje original, lo que que ayuda a los visitantes a viajar un siglo atrás, a ponerse detrás del caballete, a caminar entre las silenciosas calles en busca de otro rincón que seguramente habrán visto alguna vez en un museo o en un catálogo. Y así, hasta regresar al centro, a la Place de la Mairie, en busca de la archifamosa casa en la que Van Gogh pasó sus últimos días.

A nuestra espalda está el Ayuntamiento, una fachada histórica tras «posar» para el genio incomprendido, y enfrente, el Auberge Ravoux, con su pequeño café en la planta baja y, arriba, el «mirocuarto» más famoso del mundo, dividido en dos zonas. En la primera, la soledad de una silla se torna una metáfora del hombre que no conseguía vender un cuadro, que se pegó un tiro; en la segunda, apenas cabe una cama individual, situada bajo el chorro de luz del techo abuhardillado. Aquí durmió setenta días, antes de morir, una época de frenesí creativo en la que pintó setenta cuadros, treinta dibujos y un grabado.

Las localidades más próximas al Sena y las del valle del Oise casi se tocan entre sí. Pontoise, donde vivía Pisarro, dista tres kilómetros de Auvers, por ejemplo. Esta proximidad explica la relación entre los impresionistas. «Cézanne me ha influido a mí en Pontoise, y yo a él –escribió Pisarro en 1895-. Hablan de lo curioso que es el parentesco que hay entre algunos paisajes creados por ambos. Pues claro. Estábamos siempre juntos, pero lo cierto es que cada cual conservaba la única cosa que cuenta, su sentimiento, eso sería fácil de demostrar». A la hora de recorrerlos, lo mejor es un coche, para acercanos a la casa-museo de Monet, en Argenteuil, o al museo de la Maison Fournaise, en Chatou, inmortaliza por Renoir en «El almuerzo de los barqueros», o quizá a Croissy-sur-Seine, en busca de los cuadros que recuerdan el café-baile de la Grenouillère. Quien lo prefiera, eso sí, puede conformarse con Auvers, el centro de operaciones del impresionismo. Un tren enlaza desde abril hasta septiembre la Gare du Nord, en París, con este pueblo de artistas, al que acuden todavía hoy decenas de jóvenes talentos en busca de inspiración.

El Musée d’Orsay, ya en París, es otro centro de peregrinación para los aficionados a la pintura. La exposición Cézanne-Pisarro puede ser un perfecto postre (o aperitivo) para nuestra escapada. De las paredes del museo cuelgan hasta final de mayo los trabajos realizados por ambos creadores en aquellos años de estrecha convivencia. Dos formas de aproximarse a los mismos horizontes, para concluir en algún caso en lienzos muy semejantes, como «Louveciennes, 1871», de Pisarro, y «Louveciennes, 1872», de Cézanne. La comparación de los paisajes reales, de tierra y agua, con lo que vieron los artistas es otra forma de emprender el viaje.

GUÍA
El valle del Oise: los pueblos. Muchos de los paisajistas de final del XIX vivieron en estos pueblos. En 1866 Monet se instala en Sèvres. En 1869 se traslada a Saint-Michel, cerca de Bougival, y pinta con Renoir, que reside en casa de sus padres, en Ville-d’Avray, isla de Croissy. Pisarro se establece en Louveciennes antes de 1870. Sisley vive en Bougival de 1870 a 1875, y a partir de esa fecha, en Marly-le-Roi. Daubigny es el pionero en la moda de Auvers-sur-Oise, donde abre casa en 1860. Pisarro descubre Pontoise de 1866 a 1869. Después, a partir de 1872, pintará aquí otros diez años. En 1878, Caillebote adquiere una vivienda en Petite-Gennevilliers. Cézanne llega a Auvers atraído por el doctor Gachet, mecenas de muchos de estos creadores. En 1890, Van Gogh pasa sus últimas semanas también en este pueblo. Monet elige Argenteuil en 1872, y por allí pasarían sus amigos Renoir, Sisley y Manet.

La exposición. Cézanne y Pisarro (1865-1885), en el Musée d’Orsay, París. Hasta el 28 de mayo.
En Aix-en-Provence. Exposición en Provenza del 9 de junio al 17 de septiembre. El tiempo de los impresionistas.
El castillo de Auvers se ha convertido en un parque temático en torno a esta corriente artística.
El viaje. Air France vuela directamente a París desde Madrid, Barcelona, Bilbao, Valladolid y Vigo. 902 20 70 90 /
Para saber más. Turismo de Francia. 807 117 181
Guía «on line».

viernes, abril 07, 2006

Freud: su casa en Viena

El ciento cincuenta aniversario del nacimiento de Sigmund Freud (6 de mayo de 1856-23 de septiembre de 1939) está cosido con exposiciones, lecturas y congresos. Y las dos casas más importantes de su vida, la de Viena, donde vivió hasta su huida de los nazis en 1938, y la de Londres, donde murió, se apuntan a la fiesta.

En la apoteósica Viena, la calle donde vivió Sigmund Freud durante casi medio siglo es, sorprendentemente, un remanso de paz, lejos del centro monumental, del Teatro de la Ópera y de las tiendas de lujo. En la calle Berggase, el ruido de un solo taxi alborota la mañana. Y un silencio como éste, de los que da miedo quebrar, debió de llamar la atención del padre del psicoanálisis, que se instaló aquí, en el número 19, hacia 1891. Es una casa típica del siglo XIX: fachadas a mitad de camino entre el gris y el azul pálido, muros sólidos, patios centrales en los que la luz sólo se hace un hueco un día soleado como hoy, y escaleras de madera en las que se escucha el paso del tiempo, las mismas que pisó Freud hasta el 4 de junio de 1938, cuando las botas de la Gestapo violaron su pequeño mundo.

En Bergasse, 19, Sigmund Freud (1856-1939) escribía, escuchaba a sus pacientes, a los que dejaba hablar recostados en el diván, y discutía unas teorías que asombraron e indignaron por igual en la Viena de la frontera del siglo. Al cruzar la puerta de estas habitaciones, viajamos un siglo atrás, con los objetos (pocos) que aquí quedan, en el espacio en el que se desarrolló la historia.

En el recibidor vemos uno de los baúles en los que transportó sus pertenencias a Londres, y también un bastón, un sombrero, una gorra deportiva que cuelga del perchero. Freud era viajero, fumador y coleccionista de objetos antiguos (egipcios, griegos, orientales…), que comenzó a acumular en los años noventa del siglo XIX. En esta casa vienesa se conservan unas ochenta piezas de las tres mil que llegó a reunir, y que le acompañaron en su huida. En 1971, cuando Bergasse 19 se abrió al público, Anna Freud accedió a devolver a su hogar de toda la vida la sala de espera al completo, muebles, cuadros y fotografías que recuperan aquellos años. «En tiempos me sentía lleno de ambición y ávido de aprender… Ahora, y desde hace mucho tiempo, sé que no soy un genio y ni siquiera comprendo cómo alguna vez lo he podido anhelar», se lee en una carta dirigida a Martha Bernays en 1863, tres años antes de su matrimonio.

La sala de espera, en efecto, está exactamente igual que cuando fue abandonada, con el mismo sofá, tres sillas tapizadas en terciopelo, un ventanal y fotos, infinidad de fotos, de recuerdos. En estos pocos metros cuadrados se celebraban las famosas reuniones de los miércoles en torno al psicoanálisis y el poso de los sueños, a su valor como terapia. El paseo continúa por lo que fue el consultorio del neurólogo, por sus habitaciones privadas, por los salones reconvertidos en zona de exposiciones temporales. Son, salvo la citada área de espera, espacios sin muebles, aunque el mero hecho de pisar este entorno y la documentación gráfica acumulada en paneles ayudan a viajar un siglo atrás.

Esta casa-museo-fundación de Viena, que el año pasado recibió 65.000 visitantes, será el centro de las celebraciones en torno al 150 aniversario del nacimiento de Freud. El 5 de mayo se inaugurará la exposición «El diván: pensar echado», en torno al significado e importancia de este sillón reclinable y su presencia en la literatura, el arte y la medicina desde el siglo XIX. En las estancias de la casa, los visitantes podrán preguntarse sobre el papel del sofá en el psicoanálisis actual, sobre las similitudes y diferencias de los tratamientos de hoy y de hace un siglo, y de paso podrán ver distintos tipos de divanes, desde alguno procedente de la Exposición Mundial de 1873 a otro diseñado por Otto Wagner.

La agenda del 150 aniversario
Las casas-museos. En Viena. Berggasse 19, A-1090 Wien. Abierta todos los días de 9.00 a 17.00 h.
En Londres. 20 Maresfield Gardens. London NW3 5SX. Abierta de miércoles a domingo, de 12.00 a 17.00 horas.
El programa. Viena. "El diván: pensar echado". Del 5 de mayo al 5 de noviembre. Durante toda la primavera, además, se sucederán en la capital austriaca las lecturas, simposios y conciertos (el 5 de mayo, en la Wolksoper, por ejemplo) en torno a Freud.
Praga. Una muestra de divanes, en el antiguo ayuntamiento de la Plaza Vieja, desde el 11 de mayo. La capital checa también prepara una exposición y un concurso para erigir un busto del neurólogo, que nació en la actual Príbor, territorio hoy de la República Checa.
Berlín. «Psicología y cine después de Freud». En el German Filmmuseum, la influencia del psicoanálisi en el cine. De septiembre de 2006 a enero de 2007. Estos días, el Museo Judío de Berlín ha inaugurado una muestra sobre la vida y obra del pensador.
Gorizia (Italia). «Sigmund Freud y la tierra de los sueños». En el castillo de Gorizia, recuerdos de sus viajes y estancias en Italia, y parte de sus antigüedades. Del 7 de junio al 1 de octubre.
Nueva York. «Freud y Viena». Exposición fotográfica, en la Leica Gallery. Del 21 de abril al 3 de junio.
Madrid. «Freud, arqueólogo». El Círculo de Bellas Artes de Madrid organiza un ciclo de conferencias y debates coordinado por Jorge Alemán, con la presencia de Georges Didi-Huberman, Isabel Platthaus, Jesús González Requena, Ángel Gabilondo, Jacques Alain Miller, Félix Duque y Lydia Marinelli. Del 4 al 11 de mayo.

PD. Anónima ha realizado una interesante recopilación de textos en torno a Freud.

sábado, abril 01, 2006

Novedades en la costa

La señal de salida de la temporada hotelera se da el próximo fin de semana. En abril se inauguran incontables instalaciones y establecimientos, con la intención de subirse a la cresta de la ola de Semana Santa.

«Hacienda Na Xamena», en Ibiza (971 33 45 00), presenta el día 7 su nuevo spa, curiosa mezcla de tecnología y sistemas de relajación. Es una apuesta de la empresa francesa First Spa, que ve la luz por primera vez en este rincón español.

El cliente tiene que responder a un test que servirá para que un ordenador dibuje el perfil de sus necesidades de descanso (colores, sonidos, sabores...). Con esos datos metidos en una llave USB, el usuario pasa a una habitación en la que el programa informático recrea el ambiente ideal para acompañar su masaje, o su «envoltura» en productos como el chocolate o el guaraná. Un paquete que incluye masaje, la capa natural, dos recorridos de talasoterapia y uno de balneoterapia, cuesta 240 euros por persona.

También en abril se inaugura «La Padrosa» (972 600 035), un hotel de seis habitaciones rodeado de 37.000 metros de bosques, entre las playas del Bajo Ampurdán de Tamariú y Llafranc, en la Costa Brava gerundense. La casa fue durante seis generaciones la residencia de la familia del propietario, Santiago Mallart. Sus recuerdos, los detalles acumulados durante siglos, aportan personalidad a las estancias.