La vuelta al mundo

viernes, octubre 14, 2005

Celtiberia show

Soria reclama el mundo celtíbero como su primera seña de identidad turística. Una exposición, que permanecerá abierta hasta final de año, sirve como anzuelo para mostrar el paisaje de aquella época, antes de que el imperio romano rindiera Numancia. He aquí un paseo por yacimientos arqueológicos, museos y restaurantes en torno a una cultura tan hermosa como poco conocida

Seis pares de ojos descendían el cerro de la Muela aquella noche oscura de la primavera del 133 a. C. Las legiones de Publio Cornelio Escipión, unos veinte mil hombres, cercaban desde hacía meses Numancia, en el último tramo de una guerra que había empezado veinte años atrás. Escipión era el general triunfador al que había tenido que recurrir Roma para acabar con la resistencia celtíbera. Y estaba a punto de conseguirlo. Retógenes y cinco compañeros brujuleaban a ciegas entre las siete torres de vigilancia, camino de algún lugar donde pedir ayuda. Cuando contenían el aliento escuchaban el rumor de los tres ríos que abrazaban el cerro, el Duero, el Tera y el Merdancho. Al cabo, intuyeron que lo habían logrado. El grupo de héroes visitó varias ciudades celtíberas y reclamó socorro en vano. En Lutia, los más jóvenes se mostraron decididos a seguirles, pero el senado de ancianos, temeroso de las represalias, alertó a los romanos. El principio del fin: Escipión ordenó que le cortaran la mano a los rebeldes. Numancia había perdido su última oportunidad.

Alfredo Jimeno, profesor de Historia en la Universidad Complutense, comisario de la exposición «Celtíberos» que se celebra hasta final de año en Soria, cuenta la epopeya de Retógenes y la caída de Numancia sentado en el restaurante «Keltiberia», en Garray, al pie del yacimiento, mientras saborea un menú inspirado en aquella época. Sobre la mesa, berros, aves escabechadas (especialidad soriana que permanece hoy en día), boletus edulis guisados con hierbas aromáticas, chuletón con hígado de pato y queso de leche de oveja, una degustación ideada por Josu Mendía que ahora forma parte de la ruta celtíbera soriana. «Queremos que ésta sea la marca turística de nuestra provincia —afirma Antonio Pardo, presidente del Patronato de Turismo—. Románico o rutas de senderismo hay en otros sitios, pero Numancia sólo está aquí».

Soria ha (re)descubierto Celtiberia, el hogar de arévacos, pelendones, lusones, belos y titos, un territorio que coincidiría con el reborde montañoso donde se encajan las cordilleras Ibérica y Central. Allí se sumaron las tradiciones de celtas e iberos hasta crear una cultura diferenciada, a la que se refieren a menudo los historiadores grecolatinos. Entre las calles empedradas de Numancia la imaginación vuela a aquellas ciudades cercadas por los romanos, lugares ásperos y montañosos, azotados por el cierzo, donde el frío corta como una navaja afilada.

La exposición instalada en el Museo Numantino de Soria rastrea las guerras, la vida y la muerte de los pueblos celtíberos a través de unas cuatrocientas piezas procedentes de diferentes museos europeos y españoles. En la muestra está el origen de la «fiebre celtíbera» que ha contagiado a esta provincia, la búsqueda en la Historia de un sello turístico diferenciador. En sus salas vemos armas (la falcata es una espada exclusiva del mundo ibérico), vasijas, rituales funerarios, formas de organización (desde los castros del norte a la creación de la ciudad-estado) e iconos: «Abundan los caballos y toros en los elementos decorativos porque representaban las cualidades de sus dioses», explica el profesor Jimeno.

Después de la exposición (la teoría) vienen los yacimientos arqueológicos (la práctica). Hay itinerarios para elegir hasta que nos cansemos de piedras. Quien prefiera empezar por lo pequeño podrá visitar cerca de dos decenas de castros, pequeños asentamientos donde vivieron los antiguos celtíberos a partir del siglo VII a. C., casi todos al norte de la capital. Quien opte por el espectáculo arqueológico, la cita más cercana aguarda en Garray («tierra quemada», www.numantinos.com), a siete kilómetros de Soria. Allí está el yacimiento de Numancia, símbolo de la resistencia del más débil frente a los invencibles soldados romanos, hasta que el cerco del hambre pudo con el heroísmo.

Esta tarde paseamos entre un paisaje de restos romanos, muy visibles, y celtíberos, en las capas inferiores del yacimiento. La ciudad de los arévacos, el grupo que habitó Numancia, estaba cruzada por dos largas calles verticales, de norte a sur, y muchas otras horizontales, de este a oeste, división pensada para esquivar el gélido viento del norte. El paisaje desde este cerro de la Muela, mientras cae el sol, es apabullante: al este, a unos sesenta kilómetros, el Moncayo; al oeste, Urbión; al norte, las estribaciones del sistema ibérico. Y aquí y allá, los cauces de los ríos, con el «padre Duero» al frente, como le llama Julián Lérida, uno de los guías [www.receso.org] empeñados en la difusión de la cultura celtibérica.

Las investigaciones más recientes apuntan a que Numancia estaba poblada por unas 1.500 personas, que vivieron sus días de esplendor entre los siglos VI y II-I a. C., hasta el final de las «guerras celtíberas». Trabajaban el campo, remontaban el Duero con vino y cereales y molían bellotas y nueces. El ganado, sobre todo ovejas y cabras, representaba la riqueza, «pero la riqueza no se comía, se negociaba con ella», relata el profesor Alfredo Jimeno. Aquellas sociedades jerarquizadas, dominadas por las élites guerreras, «cuentan» hoy su historia en vasijas o cascos, en collares y brazaletes, en su ética, que concebía la vida en función de su final: una muerte digna justificaba su existencia.

Germán Prieto, arqueólogo, vigila a media mañana los trabajos en la última sorpresa que ha aflorado en Tiermes, la semana pasada, una estructura en forma de ábside probablemente anterior a la época romana. «Es algo especial», afirma este trotamundos de los yacimientos. En realidad, los hallazgos son continuos en esta esquina de Soria, muy cerca del municipio de Montejo de Tiermes, ya cerca de Segovia. El fruto de la campaña de verano descansa en los pasillos de un edificio anexo al museo, ordenado en bolsas de plástico. En el exterior, los turistas —por ejemplo, un grupo de estudiantes de la Facultad de Arqueología de Munich— necesitan más de dos horas para recorrer este escenario del pasado, con tesoros como un «rascacielos» de siete plantas, una colina arcillosa de la que colgaban las casas de los habitantes de esta ciudad, o un acueducto excavado en la roca para distribuir el agua.

En Tiermes instaló su negocio hace veinticinco veranos Manuel de Pablo Andrés, uno de los primeros «visionarios» de las posibilidades del «turismo celtíbero» en la zona. Arrancó con un pequeño chiringuito junto a las excavaciones, pero hoy presume de un hotelito con una docena de habitaciones, un amplio restaurante con una carta de «gastronomía celtibérica» (perdiz escabechada, solomillo de jabalí macerado con bayas de enebro, trigo preparado con mollejas, higaditos y senderillas con bombón de mousse de foie…) y sus famosas noches de Plenilunium. «Los celtíberos saltaban, bailaban y bebían vino con miel; cada luna llena, nostros hacemos algo así para pasar una noche diferente», asegura Manuel.

La inmersión en el pasado termina en Uxama, en un cerro sobre el río Ucero, a dos paso de El Burgo de Osma. Aquí se acuñó moneda en bronce cien años antes de Cristo, con un jinete lancero en el reverso y una imagen masculina en el anverso. Hoy queda poco, apenas el rastro de una importante casa romana, o una atalaya de vigilancia construida por los árabes algunos siglos después. Desde allá arriba, el horizonte también aquí abruma. Al sur, el enorme castillo de Gormaz; al norte, El Burgo, un remanso de paz en el que se ha instalado un aula arqueológica para enseñar el pasado didácticamente, y el cercano cañón del Río Lobos, y Calatañazor, donde Almanzor perdió su última batalla, o el pueblo medieval de Ayllón, ya en Segovia. «En la época celtibérica se configuró el germen de lo que sería el paisaje tradicional de estas tierras —concluye Alfredo Jimeno—, una cultura campesina que ahora estamos dejando morir».

Hoja de ruta.
La exposición. «Celtíberos. Tras la estela de Numancia». En el Museo Numantino de Soria. Hasta el 30 de diciembre. Información y reservas: 902 203 030 / 975 221 397.
Visitas guiadas a los yacimientos. Recorrido 1: Soria-Garray-Numancia. Salidas, todos los días. Recorrido 2: Soria-Uxama-Tiermes. Salidas, miércoles y sábados. Información: 975 215 023.
Dormir-comer. En El Burgo de Osma. Posada del Canónigo. 975 360 362. www.posadadelcanonigo.es. En Garray, «Keltiberia», restaurante temático del mundo celtibérico. 975 252 219. En Tiermes. Hotel restaurante Termes, gastronomía celtibérica y noches de Plenilunium. 975 352 055.
Más información. Patronato Provincial de Turismo. 975 220 511. Proyecto Life Tiermes-Caracena: Museo de Tiermes: 975 352 051.
Guía de arqueoturismo en España. www.arqueoturismo.net

1 Comments:

At 12:12 p. m., Blogger Fujur said...

Todo el mundo conoce las ruínas mayas, egípcias o romanos. Pero pocos conocen los misterios de los yacimientos prerromanos, sus ritos y costumbres, cultura y monumentos. Parajes como Tiermes bien pudieran ser declarados Patrimonio de la Humanidad!

 

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