La vuelta al mundo

viernes, junio 24, 2005

La resurrección de Phuket


El 26 de diciembre, el apocalipsis se tragó centenares de miles de vidas en el sureste asiático. Menos de tres meses después, la costa de Tailandia, uno de los países afectados por el tsunami, vuelve a la vida. Los turistas han regresado a las playas, sobre todo a las de Phuket y Krabi, y también a las pequeñas islas cercanas, paraísos idílicos para pequeñas excursiones de un día.

Un autobús con el primer grupo de turistas después del infierno recorría esta semana Thawiwong Road, frente al mar de Andaman, en Phuket, con veinte pares de ojos pegados a las ventanillas. A la izquierda, Patong Beach tenía el aspecto de la arena prometida en las agencias de viajes. Una fotografía de la felicidad: sol, playa hasta que alcanzaba la vista, palmeras, motos de agua cabalgando sobre el atardecer, submarinistas. A la derecha, como una bofetada, las huellas del desastre: decenas de edificios arrasados por las olas, la mayoría de ellos en fase de reconstrucción. «Phuket ya está levantando la cabeza», nos dirían después en la calle, con esa sonrisa que nunca desaparece de la boca de los tailandeses, típico gesto de cordialidad, como si nada hubiera pasado.

Pero pasó. La tierra se agitó con una violencia salvaje y la gran ola que siguió a continuación segó sólo en Tailandia 8.360 vidas, entre muertos y desaparecidos. Fue el 26 de diciembre, hace menos de tres meses, apenas un suspiro, una tregua para llorar a los muertos y volver a empezar; para limpiar las playas, levantar nuevos edificios, restaurar los hoteles y, sobre todo, para convencer al mundo de que los turistas, la primera fuente de ingresos en Phuket, pueden volver a poner la sombrilla en la arena.

Muchos ya han regresado. La noche de Patong Beach, trufada de extranjeros en busca de cerveza y algo más, empieza a parecerse a lo que fue: un lugar en el que es difícil cerrar los ojos. Patong es la playa más conocida de Phuket, que, a su vez, es el centro turístico de sol y playa más popular en Tailandia. «Hay dos cosas inmediatas que hacer -dice Jatupat, o Sara, guía turística con dieciséis años de experiencia-. La primera, recuperar Patong, el sitio de la noche. La segunda, Phi Phi», conjunto de islas paradisíacas al que viajaban los turistas cada mañana atraídos por la promesa de arenas finas, escenario de «The Beach», la película de Leonardo Di Caprio.

La segunda misión aún está lejos de ser una realidad. La gobernadora tailandesa de turismo, Juthamas Seriwan, opina que allí se logrará la normalidad en dieciocho meses. La primera parte de los deseos de Sara, en cambio, está al alcance de la mano. En Patong Beach murieron unas 270 personas, pero la vida ya ha vuelto a recuperar su pulso, sobre todo para los turistas. Iván, australiano, enganchado a una cerveza en Bangla Road, asegura que es la tercera vez que está en Phuket. «He vuelto tras el tsunami en cuanto he tenido ocasión. Mis amigos recaudaron dinero para participar en la construcción de un orfanato».

Turismo solidario. Los turistas solidarios han sido de los primeros en regresar, en parte siguiendo un mensaje que repite estos días la gobernadora Juthamas Seriwan: «La mejor forma de ayudar es venir. Si no, se juntarían dos tragedias: el tsunami y el hundimiento económico de la región». Nicolás Serra, en realidad, no llegó a irse. El 26 de diciembre estaba de vacaciones en la isla de Kao Tao, a unos 500 kilómetros de Phuket. Y lo que vio, más la desaparición de un vecino en Ibiza, Manuel Vila, le decidió a entregar a la causa de la ayuda el resto de sus vacaciones y luego, cuando se acabaron, medio año más, hasta junio, cuando termine su proyecto de reconstrucción de las casas y la forma de vida de una pequeña comunidad de cinco familias tai. El trabajo ha sido agotador, hasta reunir los 80.000 euros necesarios para que en Yanui Beach todo vuelva a ser como era.

Hay, por supuesto, otras iniciativas, como la de Responsible Ecological Social Tours (Res) [www.ecotour.in.th], un grupo que gestiona el alojamiento de turistas en casas de los tailandeses, para acercarse a su cultura y a sus costumbres, una forma de contribuir al desarrollo de cinco comunidades: Chiang Mai, Mae Hong Son, Nakhon Si Thammarat, Samut Sakhon y Phang Nga.

Tiempo de tregua. Dice John Kester, analista de la Organización Mundial de Turismo, que todas las tragedias necesitan un periodo de recuperación que oscila entre seis y dieciocho meses. «Algunas veces el destino se hunde y desaparece de la oferta, pero en este caso no ha ocurrido. Los touroperadores tienen confianza en la zona, lo que es un buen signo. Este verano ya se notará una recuperación, y en la próxima temporada alta, en octubre, la situación pude estar casi normalizada».

De enero a septiembre de 2004 visitaron Tailandia 36.904 españoles, un 67 por ciento más que en 2003. Y el próximo 17 de julio, Thai Airways inaugurará un vuelo directo Madrid-Bangkok, lo que sin duda hará engordar esa estadística. Durante un cóctel en el hotel Península de Bangkok, Agkarajit Panomwon na Ayulyhaya, director general de Thai para España y Portugal, asegura que en 2005 esperan conseguir un 40 por ciento más de viajeros. La mayoría de ellos seguirá un itinerario clásico: una semana en busca de la naturaleza y el exotismo del norte, y unos días al final en las playas de la gran isla de Phuket, en la que viven más de 300.000 personas, la inmensa mayoría ligada directa o indirectamente al turismo.

Para todos ellos es imprescindible el regreso a la vida de «antes de», cuando Jatupat (Sara) y Tipsuda (Olga), guías, apenas dormían cuatro horas al día, siempre con un grupo recién llegado en el aeropuerto en busca de la caricia de sol, de las aguas transparentes del mar de Andaman; cuando Dodo tenía ocupadas sus motos de agua desde primera hora de la mañana hasta el atardecer, o cuando Wiyada vendía sus joyas en «Gems World», una de las decenas de tiendas arrasadas que ahora se reconstruyen a buen ritmo, con la fe puesta en el futuro. «En dos meses abrimos», afirma, mientras vigila de cerca el trabajo de los albañiles.

Las autoridades tailandesas han movido cielo y tierra para que la «resurrección» sea un hecho. Esta semana, sin ir más lejos, han visitado la zona turística unos ochocientos agentes de viajes, periodistas y observadores de las cuatro esquinas del mundo, un despliegue pocas veces visto. Ha sido algo así como la guinda tras muchas semanas de esfuerzos imaginables y de un amplísimo paquete de medidas: el Gobierno ha creado nueve subcomités para gestionar la ayuda y recuperación de afectados y sus propiedades; se han ofrecido créditos blandos y medidas fiscales para facilitar la recuperación de los negocios afectados y se han puesto sobre la mesa cientos de millones de baths destinados a proyectos en Patong, Kamala Beach, Khao Lak y Phi Phi Island.

Desde Phuket, donde el 90 por ciento de los hoteles ya funciona a pleno rendimiento [información actualizada sobre su estado: www.sawadee.com/tsunami/hotels.htm], zarpan cada mañana decenas de embarcaciones que llevan a los turistas a las pequeñas islas cercanas, estampas para soñar en multitud de anuncios y películas. Un día de isla en isla confirma que, en muchos casos, como en el parque nacional de Phang-Nga o en las playas cercanas a Krabi, regresan los turistas, las risas, el tempo lento bajo un sol que nunca pierde su brillo.

En cualquier conversación afloran anécdotas sobre lo que ocurrió, sobre los amigos perdidos, sobre el delgado hilo que separa la vida de la muerte. En el Sheraton Krabi Beach dicen que se salvaron por la red de canales que serpentea entre los edificios: el agua entró por esas vías y perdió fuerza, calmó su furia. Esta semana tenían el 20 por ciento de sus habitaciones ocupadas, lejos del 80 por ciento habitual en otros años. Desde su embarcadero, Robert y su familia, suecos, salen a primera hora hacia Poda, Tup o Chicken Island, islotes de postal en perfecto estado. «Contratamos el viaje en octubre, y no quisimos anularlo. Los desastres naturales nunca se sabe cuándo van a ocurrir».

Ofertas en los hoteles. Un poco más lejos, en Phi Phi Island, o en Khao Lak, también han vuelto los turistas, sobre todo en el primer caso, aunque el paisaje sea a menudo desolador. Los hoteles e instalaciones de ambas zonas muestran los restos del apocalipsis. Muchos de los establecimientos abiertos han bajado las tarifas [información: www.phuket.com/hotels/index.html], aunque los expertos no creen que eso se traduzca en ofertas llamativas en el mercado español. Antonio Peregrín, de Nobel Tours, lo explica: «El grueso de un paquete turístico es el transporte, y eso no va a bajar porque Thai tiene los aviones llenos [el vuelo Bangkok-Phuket, un Jumbo de 400 plazas, iba abarrotado esta semana]. Las ofertas de los hoteles apenas pueden significar que en un paquete de diez días el cliente pague alrededor de cien euros menos».

La resurrección del turismo en el mar de Andaman está en marcha, a pesar de las dificultades, a pesar de que ha pasado tan poco tiempo. Esta tarde, de repente, el cielo se cubre y comienza a diluviar sobre Phuket. Hacía meses que no ocurría. Los tuc tuc, una especie de motocarro-taxi tan frágil como exótico, se detienen enmedio de los grandes charcos, con el motor ahogado, mientras la lluvia limpia la ciudad, rebaja el calor. Cuando vuelve el sol, se dibuja una metáfora perfecta de un nuevo comienzo, de la vida que siempre se abre camino.

2 Comments:

At 1:22 p. m., Blogger Unknown said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

 
At 1:23 p. m., Blogger Unknown said...

Puket es increíble. Se llama la isla de cristal. Tiene encanto no sólo por sus playas de arena blanca, sino también en sus colinas, su costa rocosa y un paisaje tropical exuberante. Sus aguas son ricas por sus magníficos arrecifes marinos idóneos. Es ideal para practicar el buceo, para descansar; pues, para disfrutar de sus vacaciones.

 

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