La vuelta al mundo

viernes, junio 24, 2005

Brujas: la fiesta del cuerpo


Brujas ha organizado un verano a flor de piel: un centenar de propuestas culturales inspiradas en el cuerpo humano. El programa combina exposiciones de clásicos de la pintura flamenca (Memling) con videoinstalaciones realizadas hace un suspiro, teatro con música en la calle, fotografía con menús especiales. Hemos recorrido la ciudad. Este es el resultado

La «bella durmiente» se ha despertado con un sueño carnal. Brujas, la apacible ciudad de los canales en la que nunca pasa nada, se ha vuelto a pellizcar en la mejilla para mostrar esa vocación de fiesta que algunos dicen que le falta. Ya lo había hecho en 2002, cuando fue, junto con Salamanca, la Capital Europea de la Cultura. Ahora, aquel espíritu de creatividad regresa con un macrofestival bautizado como «Corpus», un verano de expresiones artísticas para reflexionar en torno a nuestra «percha». Realidad carnal.

Veerle Mans, coordinadora del proyecto, abre sus brazos en una de las calles de la ciudad, a tiro de piedra del Museo Groeninge: «Hemos puesto el cuerpo de Brujas a disposición del cuerpo humano», explica. Y no exagera: en cada espacio cultural hay una exposición, un guiño, un espectáculo; en cada comercio, las pegatinas de «Corpus 2005» recuerdan que la apuesta es firme; y lo mismo en los hoteles, en los restaurantes, y de nuevo en la voz de Veerle Mans: «El cuerpo siempre ha sido una fuente de inspiración para todas las disciplinas artísticas».

En el Muelle de los Rosarios, un cruce de canales donde los turistas gastan media memoria de la cámara digital, el sol hoy parece español. Ilumina las tradicionales casas de ladrillo rojo, o la fachada gótica del Ayuntamiento, en la plaza Burg, durante un paseo lento que nos conduce a la exposición-bandera del festival: «Memling y el retrato», organizada en colaboración con la Frick Collection de Nueva York y el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. La sensibilidad perfeccionista de este maestro de los primitivos flamcos (1433-1494) sobrevuela una excelente colección de dos docenas de retratos, expuestos sobre un fondo negro que subraya el tono religioso de la selección, la belleza de las transparencias, el juego de luces y sombras, la piel...

Memling abre el fuego. La cita con Memling, inaugurada la semana pasada, encabeza una lista de más de cien propuestas que salpicarán todo el verano, hasta el 11 de septiembre. Turismo más cultura en el «teatro» de Brujas, una ciudad que conoció su máximo esplendor cuando fue puerto frecuentadísimo, un ir y venir de comercio y dinero. El agua del mar llegaba entonces hasta la Plaza del Mercado, el mismo lugar en el que hoy paran los coches de caballos para recoger a turistas armados de mapa y cámara, los pies cansados, la frente sudorosa por el inesperado calor.

En el siglo XIV aquí vivían cuarenta y cinco mil personas. Desde mediados del XVI hasta finales del XVII, Brujas quedó bajo dominio español. Pasó el tiempo, y la tierra fue ganando terreno al mar, que se alejó dos decenas de kilómetros, lo que detuvo la actividad, un barniz de calma que alguna vez se ha considerado excesiva. «Brugges la Morte», escribió Georges Rodembach.

Hay mucha piel y muchas interpretaciones sobre esta inagotable fuente de inspiración. Una de ellas es la de Greta Buysse [www.gretabuysse.be], fotógrafa belga nacida en 1942, una especialista en la combinación de desnudos femeninos con elementos arquitectónicos, casi siempre en blanco y negro. Una buena muestra de su trabajo la descubrimos en una exposición en el entorno del viejo pero magnífico hospital Saint-Jean. «Eternity» enseña mucho y sugiere más, quizá porque, como decía Víctor Hugo, «el cuerpo humano no es más que apariencia, y esconde nuestra realidad».

Greta se desplaza casi cada día al escenario en el que luce su trabajo, en busca de la reacción del público a sus disparos de fascinación. Apenas tarda unos minutos desde su casa al hospital Saint-Jean, buen ejemplo de la comodidad con la que el forastero se maneja en Brujas. Dice un turista que esta ciudad encaja tan deprisa en el cuerpo de los visitantes como unas pantuflas en los pies: todo está cerca, casi cualquier esquina invita a sentarse y mirar, a tomar una cerveza tostada, a echar una ojeada a la Capilla de la Santa Sangre o a la Atalaya, una torre ligeramente inclinada, construida en el siglo XIII, que preside la Plaza del Mercado. Trescientos sesenta y seis peldaños separan el suelo del cielo, para quien busque una imagen con perspectiva de la ciudad.

En la Atalaya se ha instalado otra de las exposiciones de Corpus 2005, «La piel y el placer», una incursión aparatosamente visual en el mundo de las videoinstalaciones. En dos salas se reparten imágenes, proyecciones, fotos o sugerencias construidas con trabajos de Pipilotti Rist, Man Ray, Charles Sandison o Yves Netzhammer. Un bosque de palabras blancas sobre un entorno negro, ideas que bailotean en la ropa de los visitantes, o un cuerpo digital que se construye y deconstruye, que se torna un charco de sangre, que nos muestra su epidermis, sus miedos. Modernidad que a veces deja frío, y otras engancha, te deja sentado ante el revoloteo de bits.

A la salida esperan los turistas japoneses, decenas de tiendas de chocolate (también un museo dulce), alguna que otra dedicada a Tintin, y, por supuesto, los canales, que se pueden admirar en un recorrido bucólico-romántico de unos treinta minutos.

La Oficina de Turismo de Brujas ha preparado para estos meses un paseo a tono con el «verano Corpus», bautizado como «Cinco sentidos». La idea tiene un punto de invento, para acomodarse al espíritu del festival cultural, pero a cambio nos permite situarnos en estas calles, trazarnos un mapa mental para luego zascandilear por nuestra cuenta. Permite también descubrir algún «secreto». En la iglesia de Nuestra Señora, por ejemplo, se aloja una de las pocas estatuas de Miguel Ángel que están fuera de Italia, «La mujer y el niño», realizada entre 1504 y 1505.

Creatividad radical. La perfección clásica del artista total sirve como contrapunto a la creatividad radical de otras propuestas. «Hemos querido que el arte contemporáneo tenga un lugar importante -señala Veerle Mans-, que la historia de Brujas sirva como abono a una vida cultural moderna». Los participantes en la exposición «Body Stroke» muestran unos cuerpos muy diferentes a los de Memling o Miguel Ángel, alguno enfermizamente desproporcionado, obeso, como el que ha salido de las manos de John Isaacs. El comisario de la muestra, Michel Dewilde, pretende cuestionar la supuesta libertad de movimientos del mundo occidental, y, como un negativo de esa idea, vemos hombres físicamente heridos por el estrés y la angustia, maltratados por un estilo de vida en el filo, tan alejado del que propone Brujas, del que sugieren rincones como la terraza del restaurante «Patrick Devos».

Christine Devos nos enseña despacio las salas de su restaurante, incluida la terraza, en la que se exponen esculturas realizadas a propósito para el festival. Es un refugio acogedor, decorado con maderas nobles, en el que los platos desfilan muy despacio, al mismo ritmo que la conversación. Los Devos, como otros cinco chefs locales, se han sumado con sus preparaciones gastronómicas y un menú especial a esta reflexión en torno al cuerpo. «Cuando estás sentado a la mesa funcionan todos los sentidos», afirma.

Brujas, al cabo, se dice encantada con este descubrimiento / puerto al que llegaron en 2002: la cultura y el turismo como motor de revitalización -«una fiesta», dice la coordinadora de Corpus-, como una forma de cargar las baterías de una ciudad que siempre ha sido un destino lleno de encanto, al estilo de Amsterdam, pero quizá más callada, más manejable, más fácil de descubrir en un fin de semana cualquiera.